A pesar de todas las calamidades sigo aquí, no ha sido una vida de rosas, pero tampoco puedo decir que plagada de espinas.
Dicen que la vida es una rueda para todo el mundo, y que van viniendo los momentos malos para dejar paso a los buenos, a unos les toca al principio y a otros después.
El caso es que nuestro sereno caminar nos va sosteniendo cuando se empiezan a vislumbrar los vientos de la desgracia.
Yo puedo decir que a mí me llegaron en mi primera infancia, cuando tenía apenas 6 años, ya sentí la pérdida más dolorosa, mi padre nos dejó en un abrir y cerrar de ojos, en un infarto fulminante .
Aquello marcó el resto de mi vida.
Cuando de la noche a la mañana se encuentran tres personas solas porque la presencia de la que se ha ido lo llenaba todo, nos es momento de tomar decisiones, porque solo queda hueco para llorar.
Pero la rueda, sigue girando y poco a poco se van viendo resquicios de luz, tu familia cercana es un bálsamo que
va aplacando el sufrimiento, y así te das cuenta que un día que ríes, sueñas en un futuro mejor y piensas que vas a tener tiempo de hacer muchas cosas.
En esa utopía transcurren los años con algún que otro sobresalto.
Y con una levedad pasmosa te encuentras a punto de jubilarte, mirando con nostalgia y agradecimiento el tiempo pasado.
Han ido pasando los años, nos han dejado algunos amigos, y otros nuevos están aquí para aprender cosas, compartir curiosidades y pasar buenos momentos que nos llenan de alegría y serenidad.
Este devenir es lo que yo espero, no me apetecen grandes sobresaltos, sino un paseo por esta vida que me ha tocado, disfrutar de lo adorable y cotidiano, y que se vayan como recuerdos a ese rincón de mi memoria para saborearlos igual que un trocito de panal.
Iré acercándome a un mañana incierto, intentaré que siempre haya armonía entre mis pensamientos y mis actos, poder ayudar a todos los que la vida ponga en mi camino para así tener un buen descanso.